A veces hago listas

A veces hago listas. En esas listas escribo lo que tengo pendiente, lo que me gustaría lograr, lo que necesito terminar. Lleno cuadernos con listas de pendientes, de lo que tengo que hacer.

Pero hay algo que no suelo escribir: lo que ya pasó. Lo que se transformó sin que yo lo buscara. Lo que floreció sin que lo midiera. Y es precisamente lo que hice el otro día, sin pensar en el impacto que me podía causar.

Cuando terminé la lista de las cosas que había hecho, quedé impactada… y un poco enojada conmigo (en segundos se me pasó). Porque vi que todo lo que había hecho no solo era suficiente, sino demasiado.

No sé cómo hacen las cosas otres, ni qué lista diaria puede armar otro ser como yo. Todos tenemos ritmos y haceres diferentes. Pero lo que hoy quiero compartir, más allá de esas diferencias, son los ciclos, las listas, el florecer de las ideas y el poder observar después. No desde los pendientes, sino desde lo que ya logramos.

Para mí fue un gran aprendizaje. Y es que, cuando nos miramos solo desde lo que falta, olvidamos que el ciclo natural de las cosas también está sucediendo, con o sin nuestro control.

Hacer una lista de lo que sí hicimos, de los “no pendientes”, hace que veamos lo que dejamos atrás y nos permite enfocarnos en lo próximo.

Más allá de la planificación, nos da esa satisfacción de reconocer lo vivido. Es avanzar, pero con otra energía.


¿Qué pasa cuando me exijo demasiado?

Cuando me exijo, todo se vuelve pesado. Lo que antes disfrutaba se convierte en carga. La exigencia me pone un lente que agranda lo que no logré y achica lo que sí está floreciendo.

En lugar de acompañar mi proceso, lo bloqueo. Y los bloqueos no dejan avanzar.

En este camino me encontré con libros y podcasts que llegaron en el momento justo (no creo en casualidades). Me ayudaron a afirmar lo que sentía: que es necesario observar el recorrido, valorar logros y fracasos con la misma gratitud, porque todo es parte del aprendizaje.


Lo que aprendí de Rick Rubin sobre los ciclos

El libro El acto de crear de Rick Rubin llegó en un momento clave, cuando me costaba encontrar palabras para mis procesos creativos.

Él habla de aceptar los ciclos tal como son: no todos los momentos son de producción o de brillo. También existen los de quietud, los de observación, los de siembra.

En lugar de forzar siempre la primavera, podemos habitar también los inviernos y los otoños de nuestro camino. Y esas estaciones, tan distintas entre sí, tienen su sentido.

Esta metáfora me ayudó a resignificar lo que vivía. Y lo que más me atrapó es cómo Rick Rubin lo observa: alguien que, además de meditar y estar muy conectado con la naturaleza, también convive con el ruido, la ciudad y todo el barullo de la industria musical. Vive en ese mundo de lo intangible, pero al mismo tiempo acompaña a artistas que atraviesan sus procesos de maneras muy distintas. Esa mirada, que combina quietud y caos, me resultó profundamente inspiradora.

La creatividad —dice Rubin— es una circulación de ideas. Esas ideas están en el aire; no son de nadie en particular. Cada persona las toma y las pasa por el filtro de su propia experiencia, de su “valija de vida”, de lo que aprendió, recuerda o ama. Y en ese proceso, creamos algo único, irrepetible.

Para mí, la creatividad es eso: transformar lo que veo y siento en formas, colores, ilustraciones, estampas, objetos. Y que esos objetos puedan también conmover, acompañar y habitar la vida de otras personas.


Primavera y florecimiento

La primavera llega sola. Nadie la apura. Y cuando lo hace, trae un florecimiento que estaba gestándose en silencio desde hace tiempo.

Así también en Fauna: no todo lo que se ve es producto de un empuje constante. Hay cosas que simplemente suceden porque es su tiempo.

Florecer, en mi trabajo, es hacer visible lo que está lleno de vida, color y cuidado.

Aprendí a no apurar esos procesos. La idea de trabajar con cero desperdicio, de crear a ritmos humanos, de ilustrar con calma y lanzar colecciones cuando realmente estoy conectada con ellas, no es un capricho. Es una convicción.

Hubo un tiempo en el que Fauna creció muy rápido, y algunos productos no eran lo que hubiera querido. Entonces frené. Me pregunté: ¿quién me corre? ¿Quién me apura? Y descubrí que era yo misma.

Desde ese momento, volví a elegir lo atemporal, lo que enamora, lo que se hereda. Objetos con alma.

Y ahora, siento que empieza otra etapa: de expansión, de florecimiento total, de pura primavera.


Observar en lugar de exigir

Observar nos permite ver lo que ya está creciendo. Lo pequeño, lo sutil, lo que cambió sin que lo hubiéramos notado.

Observar es también conectar: revisar, reactivar, reinterpretar. Dar lugar a ideas que estaban esperando su momento.

El diseño, como proceso, es una red de conexiones. Y cuando observo, puedo reconocer que ya estoy floreciendo, incluso antes de tener todo resuelto o terminado.


Una invitación

Quizás hoy puedas hacer tu propia lista, pero distinta:

No solo lo que falta.
También lo que ya floreció.
Lo que estuvo creciendo en silencio.
Lo que apareció sin que lo empujaras.

Porque a veces, lo más valioso no estaba en la lista.

Y si sentís que también es tu momento de florecer con algo propio, estoy armando un curso donde vas a poder ilustrar algo muy especial, algo que voy a anunciar cuando mi lista de cosas por hacer (de este tema específico) esté completa… Solo quiero decirte que falta muy poco y pensé en algo realmente hermoso, que te sirva, te enamore y que sea muy simbólico. Sobre todo, que te sumerja en un recuerdo que puedas atesorar y te permita transformar tus ideas en un objeto único e inigualable, que salga de vos.

Muy pronto voy a compartir el link con todos los detalles, porque siento que también este curso es parte de mi primavera creativa.

 

Con cariño,
Pau